Las madres para la revolución.
Uno se preguntará porque ciertos acontecimientos movilizan más que otros. Porqué logran conquistar sectores que hasta podían darse por muertos dentro nuestro.
En un contexto de lucha feminista, revolucionaria y esperanzadora, este martes 28 de mayo se presentó por octava vez ante el Congreso el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del embarazo, acompañado de una fuerte ola verde que promete dar que hablar.
En la esquina de las calles Avenida Rivadavia y Callao, entre tantas miradas, hubo una particular con la que conecté distinto. Una mujer embarazada estaba rodeada de otras mujeres que le pedían permiso para abrazarla y sacarle fotos. Cuando me animé a pedirle que se pare frente a mi cámara, pude leer que en su panza tenía escrito: "El machismo está escondido en las preguntas y comentarios más sutiles e inocentes", seguido de una flecha que decía "¿entendes? Aborto legal, anticonceptivos y educación".
"A mí las pastillas anticonceptivas me fallaron. No me da vergüenza decir que pensé en abortar, tampoco me da vergüenza por decidir tener a mi bebé", son las palabras que leí en una publicación de Facebook de Lucia, una vieja amiga que hoy se encuentra transitando su quinto mes de embarazo.
Probablemente no sea ni la primera ni la última vez, que testimonios como éste logran captar la atención de todos. Así como sucede en las redes, también se ve en las calles.
Es acá, con semejantes verdades plasmadas, donde me detengo a pesar lo necesario de la Educación Sexual Integral (ESI), punto fundamental en el Proyecto de Ley, y donde le ponemos nombre, cara, cuerpo y acción a tantas teorías y conceptos escuchados. Es, entonces, el momento donde empiezo a entender que se trata de una cruel pero muy cierta realidad.
Las veces que me entero que una amiga va a ser mamá, tiendo a hacerme la misma pregunta: ¿qué habrá pasado? Pensando en si, quizás, había pasado alguna cosa. O si su relación no salió como esperaba. Y, a pesar de la confianza existente que tengo con esos vínculos, sigo sintiendo la incomodidad de querer saber si ese hijo fue deseado o no.
Una vez más, una movilización feminista, logra hacerme comprender, desde lo más profundo, que la misma incomodidad que yo siento al hablar sobre el deseo de una madre, recubierto bajo la forma de una simple pregunta, es la que siente ella consigo mismo cuando es interpelada por ese deseo y que aún así, a pesar de sus decisiones individuales, quieren que el aborto sea legal, seguro y gratuito. ¿Quién podría imaginar, entonces, que es posible gestar con plenitud un embarazo no deseado?
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